

El éxito de programas como “Jackass”, donde los protagonistas someten voluntariamente su cuerpo al dolor, provoca que, según Torres, se conviertan en nuestros “mártires”, en nuestros “redentores” (2001) pues nos muestran en la pantalla que a veces se puede abusar del cuerpo y el resultado es una carcajada. En Jackass, el goce se aleja del erotismo tradicional, ligado a la reproducción. En Jackass el erotismo se reduce al sólo hecho de tener un cuerpo que puede ser afectado, así como en The Fight Club, el único referente a la vida real es el golpearse mutua y amigablemente: “simplemente no me quiero morir sin unas cuantas cicatrices” (Palahniuk, 1996).
Al salir de las pantallas y de su particular intensidad sensorial, explica Virilio, sólo nos queda la búsqueda de accidentes, algo que le dé sustancia a nuestro cuerpo, que lo muestre otra vez como locus de sensación. Así, “el naufragio (aparece) como fin último del placer” (1998).